6 de enero de 2022

Heusden, provincia de Brabante, Países Bajos.

Valentina:

Decidí comenzar estas cartas porque hoy ha sucedido algo que pocas veces pasa en este tétrico invierno neerlandés: ha salido el sol y todo brilla con un fulgor asombroso. En este país el cielo siempre está repleto de nubes estancadas en un firmamento gris e inamovible; ver salir el sol me inunda de alegría y llena mi espíritu de bellos pensamientos.

Valentina, ahora mismo estoy sentado en un banco a la vera del río Maas, en las inmediaciones del pueblo de Heusden; todo el sol baña a las casas y a las hermosas calles empedradas; los tejados coloridos brillan con los rayos vibrantes que cambian el aspecto lúgubre de estos parajes neerlandeses. Toda esta pequeña ciudad-fortaleza es hermosa, parece una postal sacada de alguna vieja enciclopedia universal, de esas que tenían imágenes vividas y a todo color. Los restos de la vieja fortaleza dan marco a la ciudad, conteniéndola dentro de ella tras unos muros que aun perviven y un foso que todavía la circunda, pues Heusden supo ser una verdadera ciudad medieval fortificada, con cañones, canales inundables, puentes levadizos, torres y el característico trazado de estrella de aquellas fortalezas inexpugnables. Valentina, Heusden es un pueblo soñado. Sus pequeñas callejuelas, retorcidas, sinuosas y caóticas, no tienen sentido; van y vienen para cualquier lado, se meten en recovecos y pasadizos donde uno juraría ver vendedores de pócimas, de bulas papales o asesinos a sueldo. Todo se encuentra perdido en el tiempo, detenido en otra era, pero anclado en la actualidad; las casas mantienen una esencia y estilo antiquísimo pero son modernas, al igual que los autos, las bicicletas o los comercios con gente yendo y viniendo.

Quizás lo más hermoso sean sus enormes molinos de madera, completamente restaurados y probablemente funcionales. Valentina, los neerlandeses son muy prolijos, ordenados y mesurados; no me extrañaría que aquellas moles quijotescas de pronto comenzasen a bombear agua del río Mass e inundar los campos aledaños. Por eso al sentarme acá en este banco, frente a un imponente molino de viento que se haya prístino, con sus aspas pintadas de marrón con bordes blancos; el sol dándome de lleno y el Maas a mis espaldas, no puedo evitar escribir y pensar. Quisiera poder transmitir todo lo que siento, todo lo que veo, toda la belleza que me rodea; estos verdes campos, esta llanura que parece infinita, los ríos y canales que lo atraviesan todo, el sol que apareció salvando el día y pintando el paisaje; Valentina, me encantaría poder tener las palabras para todo pero no las poseo; y como no las poseo, busco que el azar y mis sentidos guíen estas descripciones.

Las familias neerlandeses han aprovechado el maravilloso día para salir a caminar con sus enormes perros mastines y labradores. Muchas parejas caminan con dos, tres o cuatro hijos, todos rubios, todos blancos, todos altos y todos impolutos, fieles al estilo dutch; yo me hallo acá, sobre un banquito a la vera del rio Maas, escribiéndote sabiendo que tal vez nunca llegue a buen puerto, porque las cartas en el 2022 se pierden, quién lo hubiera dicho.

Me miran y me saludan, porque acá todos te saludan con un hai o un hallo sonrientes y alegres; me miran y mi esencia sudaca chorrea mares; aunque sea blanco, aunque sea alto, no soy lo suficientemente blanco, ni lo suficientemente latino, ni tan prolijo para neerlandés, ni tan croto para linyera, aunque la simple idea de un linyera acá es irrisoria. Valentina, Heusden es un pueblo muy dutch; acá mis rulos indomables, la barba de meses y las zapatillas reventadas desentonan mucho con la pulcritud de los lugareños.

No se bien por qué empecé con todo esto, Valentina. Supongo que mientras pedaleaba rumbo a Heusden; bajo el amparo del sol y atravesando 10 km de verdes campos a la vera del río Maas, se me ocurrió escribirte. Quería evocar a alguien para que esté ahí conmigo sobre ese mismo cielo, contemplando los verdes prados de Brabante bajo la perspectiva única de un banquito sobre los terraplenes de las antiguas murallas de Heusden.

Valentina, no hay nada más hermoso que los días soleados de invierno neerlandés para pasear en bicicleta, sentarse en un banco, pensar en lo bello de la vida, pensar en vos.