La historia de Bruma. Capítulo 2.
Ayer os contaba porque decidimos adoptar una perra con “problemas” y una discapacidad y aunque es una aventura fantástica y que vale la pena no es todo lo sencillo y agradable que parece.
Os comenté ya que el único hogar feliz que ha conocido la perra fué el de Rosa, así que depues de un mes y medio de acercamientos llegó el día de traerla a nuestro hogar.
Éramos conscientes de todos los miedos de Bruma y aún encima tenemos una gata mimada que mas que proteger su territorio, protege a su mas preciado tesoro: sus humanas. Asi que despues de leer mucho, consultar a expertos y sobre todo confiar en nuestro instinto llegaron los preparativos.
Lo mas importante para nosotras era la presentación entre Bruma y Bandida, ya que si la gata no aceptaba a la perra o la situación generaba estrés, el camino podía ser todavía mas complicado. Para ello nos armamos de feromonas para reducir el estrés de los gatos en dos formatos: en difusor para relajar el ambiente en el domicilio y en spray que usamos para poner en el arnés y collar de Bruma.
También sabíamos que Bruma le tenía/tiene miedo a los humanos, que la íbamos a alejar de lo que ella consideraba su dueña y que además la traíamos a un lugar totalmente desconocido, con olores, vecinos y coches. Asi que para esto nos armamos con un difusor de lavanda y valeriana especial para perretes.
El siguiente paso fué conseguir una jaula grande, a modo de caseta, donde colocamos una cama para perretes blandita y calentita, para que Bruma tuviese una cueva y además pudiésemos cerrar para dejarla sola en casa o protegerla del posible ataque de una gata celosa.
Comedero, bebedero, el material de farmacia para sus curas, botines para ponerle en el muñón (todavía no cicatrizado) en los paseos sin que se haga daño y otra cuestión muy importante: dos correas, un arnés y un collar con cierre martingale para evitar posibles escapes y obviamente pienso y latas para perro ricas. (Probablemente se me este olvidando algo mas).
Llegamos a casa de Rosa con el coche preparado (red y los amarres de seguridad para los cinturones del vehículo), nervios, un montón de galletas para perro y... Era el día.
Firmamos el contrato de acogida (acogida ya que “O legado de Max” se encarga de su prótesis) después de mimos y charlas, Rosa nos ayudó. En el momento que nos alejamos de la casa la perra ya comenzó a llorar.
Una media hora de camino, no paró de llorar hasta llegar a la autovía, aunque hiperventilaba, gemia y no lo llevaba bien. De vez en cuando yo llevaba la mano hacia atrás para relajarla y no sé si por miedo o por cansancio, se relajó.
Antes de subirla a casa la llevamos a un parque para darle un paseo, no hacia mas que buscar a Rosa, pero creo que en ese momento asumió que su vida iba a cambiar. Al poco de bajar del coche parece que la ansiedad inicial disminuía. Continuamos el camino a casa.
Aparcamos en un parking y del susto de los coches, la gente y los ruidos, buscó protección entre las dos y entre caricias y tirones de correa porque quería huir logramos llegar a casa.
Entré yo primero y me quedé cerca de Bandida, dejamos que la perra oliese todo pero sin encerrar a ninguna de las dos y obviamente con Bruma atada, la perra olisqueó, vio algo conocido y que le genera buen rollo: un gato, se acercó a Bandida y no hubo mas problema.
La perra lloriqueba, no estaba su dueña y la gata nos miraba en plan “quien es ese bicho mal oliente”, pero no hubo ningún drama, todo salió bien. Bruma ya estaba en casa, ese día comenzó su nueva vida.